“Vengo de una familia profundamente científica que fue mi principal influencia profesional”
Por: Airam Fernández - Fuente: Libertex / Diario Financiero
Cuando Leonardo Basso tenía apenas seis meses de nacido, su familia tomó un avión rumbo a Francia para acompañar a su padre a doctorarse en la Université Scientifique et Medicale de Grenoble. Volvieron a Chile cuando él todavía no cumplía los cuatro años y lo inscribieron en el colegio de la Alianza Francesa, cuyo modelo está bastante orientado a lo científico.
Estas tempranas decisiones que tomaron sus padres, ambos ingenieros, sin duda marcaron el futuro no solo de su camino profesional, sino del de sus tres hermanos. También es una muestra de lo que sugieren quienes se han dedicado a estudiar el funcionamiento de los cerebros infantiles: que desde el nacimiento hasta los tres años es cuando tienen su máxima plasticidad, y que durante los primeros años de vida funcionan como esponjas, cuando las neuronas se organizan y comienzan a establecer conexiones entre ellas a una velocidad irrepetible.
“Vengo de una familia profundamente científica que fue mi principal influencia profesional. Los primeros años me marcaron. Creo que esas experiencias me llevaron a saber desde muy chiquitito que quería estudiar ingeniería”, dice el actual director del Instituto de Sistemas Complejos de la Ingeniería (ISCI).
Cuando estaba en primero medio, confirmó que no quería hacerlo en cualquier universidad, sino en la Universidad de Chile, donde Patricio Basso, su padre, hizo clases durante muchos años y donde tuvo el cargo de vicerrector.
“Mi padre siempre fue mi modelo a seguir, tanto en lo profesional como en lo personal. Además, yo crecí en plena dictadura y él era muy activo como dirigente sindical. Creo que esta imagen de un académico que lucha desde la universidad por la democracia, y que siempre se juntaba a interactuar y coordinar con colegas, que también eran académicos, también tuvo una gran influencia en mis decisiones”, reflexiona.
Los primeros pasos
“Me di cuenta a tiempo de que me iría mucho mejor en las operaciones y la matemática que en la física”.
Aunque desde temprano tuvo algunas cosas muy claras, confiesa que estaba un poco perdido respecto del tipo de ingeniería a escoger. Primero pensó que quería ser un ingeniero de obra y que podría hacer carrera en la minería. De hecho, creía estar seguro de que jamás se dedicaría a hacer investigación. Pero terminó haciendo exactamente eso.“Por suerte me di cuenta a tiempo de que me iría mucho mejor en las operaciones y la matemática que en la física”, dice sobre una de las señales que guiaron su recorrido.
“El hecho de tener a las personas como objeto de estudio, ver cómo deciden, qué es lo que hacen y cómo se mueven fue lo que me enamoró”.
Basso recuerda que hubo un semestre en el que tomó los primeros cursos de varias carreras. Estaba tratando de buscar respuestas sobre lo que le gustaba. Fue a muchas charlas y conversó con muchos profesores. Los cursos de ingeniería de transporte lo engancharon, al estar enmarcados en un eje muy cercano al de las ciencias sociales. “El hecho de tener a las personas como objeto de estudio, ver cómo deciden, qué es lo que hacen y cómo se mueven fue lo que me enamoró”, recuerda. El académico Sergio Jara, a quien identifica como su mentor, lo terminó convenciendo de que ese era el camino.
Años antes, cuando tenía 15 años, su padre le enseñó a tocar la guitarra. Esa habilidad también la aprovechó durante su etapa universitaria, con Subterra, una banda de rock progresivo que formó con un amigo y donde él era guitarrista principal. Les iba bien, grabaron dos discos, los vendieron, tocaron en festivales en Argentina, Brasil y México, pero todo se terminó cuando se fue a Canadá a hacer un doctorado. A su vuelta, lo invitaron a tocar en un proyecto tributo a la banda británica Marillion. Se unió en 2007 y hasta la fecha se mantiene con ellos. Incluso se quedaron con un concierto cancelado justo cuando estalló la pandemia.
La vida académica
El año pasado lo ascendieron a Profesor Titular, el más alto rango académico de la Universidad de Chile. Basso cree que ese logro es una consecuencia, entre otras cosas, de una decisión que tomó en su etapa de doctorado.
“Hace más o menos 20 años, cuando la facultad estaba en un proceso para intentar contratar mejor a los futuros profesores, me ofrecieron contratarme apenas terminara mi Magíster, y me pude ir a hacer el doctorado contratado. El compromiso era devolverle a la universidad el doble de los años que pasara afuera y estuve de acuerdo”, recuerda.
“El centro del universo científico no está en Chile, sino en el hemisferio norte. Pero finalmente me convencí de lo importante que era tratar de hacer ciencia desde acá”.
Pero estando en Canadá surgió la posibilidad, como surge con tantos estudiantes doctorales, de hacer algo más y quedarse: “Lo medité muchísimo, porque definitivamente el centro del universo científico no está en Chile, sino en el hemisferio norte. Pero finalmente me convencí de lo importante que era tratar de hacer ciencia desde acá. Además, afuera efectivamente uno puede tener una súper buena carrera, pero yo quería hacerles clases a mis compatriotas, y allá las clases son a un montón de gente de otros países”.
Cuenta que otra razón de peso para volver fue que quería influir en la política y en las decisiones importantes del país mediante la ciencia. Y lo ha logrado, por ejemplo, desde su rol como presidente de la Sociedad Chilena de Ingeniería de Transporte, entre 2011 y 2013, cuando participó de la Comisión Asesora Presidencial para desarrollar la Nueva Política Nacional de Desarrollo Urbano. O más recientemente al frente del ISCI, uno de los centros que conforma la Mesa de Datos liderada por el Ministerio de Ciencia, para ayudar a modelar los escenarios del Covid-19 en el país.
“Los últimos años han sido súper relevantes para mí. Me tocó comenzar a dirigir el ISCI, recibido de la mano de Andrés Weintraub (…) Esos son zapatos súper grandes de llenar, y además me tocó con el estallido social y con la pandemia”.
“Los últimos años han sido súper relevantes para mí. Me tocó comenzar a dirigir el ISCI, recibido de la mano de Andrés Weintraub, quien lo dirigió por 13 años y quien además es Premio Nacional de Ciencias Aplicadas. Esos son zapatos súper grandes de llenar, y además me tocó con el estallido social y con la pandemia”, dice, sobre un camino que ha sido “muy desafiante”, pero del que está “orgullosamente contento” porque ha implicado guiar a un grupo de 60 investigadores enfocados en desarrollar ingeniería innovadora para apoyar directamente a los funcionarios de la primera línea que luchan contra la pandemia.
En este contexto, Basso dice que él y su equipo son “la segunda línea nerd”. También dice que cuando todo esto pase, y después de tomarse dos semanas de vacaciones, el gran desafío que tiene es tomar todo el conocimiento y los aprendizajes de la emergencia sanitaria y volcarlos a otros ámbitos de la salud, a partir de “mucha investigación que se transforme en innovación y en impacto para la sociedad y la economía chilena”.
Fuente: Libertex / Diario Financiero